Toda empresa tiene una gallinita de los huevos de oro, lo que también algunos llaman el cash cow de la empresa. Este brillante espécimen que los vendedores aman porque parece “venderse solo”, en algún momento fue una innovación que requirió de sacrificios para crecer y posicionarse.
Es por esto que hablar de innovación es algo que entusiasma a todo el que forma parte de una empresa. El sólo hecho de traer el concepto de innovar como centro de una conversación hace que todos prestemos atención y que nos involucremos con el espíritu de grandes posibilidades que inyecta está palabra en el día a día de una empresa. Esto sucede porque pensamos en el resultado posible, sin reflexionar en el arduo trabajo y los sacrificios que implica.
Es por esto que muchas veces todo el alboroto inicial permanece como sólo eso, un entusiasmo fugaz.
Innovar requiere una profunda sinceridad y humildad por parte de quienes dirigen una empresa. El primer paso es siempre saber dónde estamos, de dónde venimos y a dónde podemos llegar.
Desde que una empresa, un producto o un servicio se crean, por más innovadores que sean, por más líderes y por más exitosos que sean, empiezan un proceso natural de pérdida de relevancia permanente. Esto no nos gusta escucharlo. “¿Qué mi producto estrella está perdiendo relevancia? Debe haber un error, si estuviéramos perdiendo relevancia no tendríamos un 80% del mercado”. Y sin embargo esto es lo que pasa, un proceso tan lento y gradual que en un inicio es prácticamente imperceptible.
Y por eso para insertar una cultura de innovación real en la empresa debemos estar dispuestos a hacernos disrupción a nosotros mismos de manera permanente, eliminando la creencia de que innovar es cosa de un momento o de un proyecto y empezar a verlo como un proceso infinito, un cambio de proceso, una actitud empresarial.
Para iniciar se requiere de un profundo descubrimiento que nos conecte con la realidad de las personas y humildad que desmonte los procesos que no sirven a las necesidades del cliente o usuario final, ya sea porque fueron soluciones tácticas que se han quedado instaladas o porque han habido cambios en el mercado o las personas.
Adicionalmente, se necesita la voluntad explícita de no hacer concesiones en el proceso de ejecución, para que no se pierda el foco de lo que realmente importa: satisfacer esas necesidades del cliente mejor que nadie. Esto requiere de un compromiso del equipo para salir constantemente de la zona de confort. Es vital que se diseñe una cultura y una estructura en la empresa que permita perpetuar esta actitud.
Cuando hablamos de innovación creemos muchas veces que se refiere solamente a una remodelación. Cambiar TODO y ser nuevos, distintos y mejores. Sin embargo, se trata más de una actitud constante de detectar qué NO nos sirve más, a nosotros o al cliente, e imaginar una ejecución ideal en todo momento para poder implementarla de forma contínua.
Todas las empresas que tienen una gallina de los huevos de oro y deben evaluar hasta cuándo sobrevivirá ese producto, modelo o servicio, para integrar a la cultura de su empresa la mejora constante de éste y su eliminación programada en el tiempo. En el camino ir empoyando algunos de los huevitos de oro con la esperanza de crear más gallinitas ponedoras. Ya que otro de los errores que cometemos es sacar y sacar beneficios por demasiado tiempo, sin invertir en nuevas líneas o productos innovadores que pueden tener el potencial de sustituir a nuestra ponedora estrella. Usualmente, se espera demasiado para hacer esto, se inicia cuando estamos ya en problemas y eso hace que matemos a nuestra gallina de los huevos de oro sin haber dejado que crezca su sustituta.